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Fe eterna en don Vicente

Gafas ahumadas. Cigarrillo a medio consumir. Manos en los bolsillos de la holgada parka. Ojos pequeños. Mirada grande y brillante. Semblante serio. Voz ronca que sienta cátedra. A sus espaldas, algunos de los episodios más relevantes de la historia de un Real Valladolid que hoy le llora y le homenajea.

Don Vicente no tenía doblez. Era como era. El fútbol le apasionaba y en su figura se mezclaban como una sola sus facetas de profesional y persona. Siempre recto. Siempre cercano. Siempre dispuesto a dar la cara por los suyos. Siempre orgulloso de ser el capitán de un barco, de su barco. Del mejor de todos.

Todos los que convivieron con el chileno destacan su fuerte personalidad y su increíble capacidad para motivar al futbolista. Un psicólogo deportivo antes siquiera de que se comenzara a plantear la necesidad de esa figura en el fútbol profesional. Un motivador mayúsculo capaz de hacer que el jugador siempre diera lo mejor de sí mismo por el bien del grupo.

Aquellos ojos brillantes, aquella mente lúcida y preclara, se han apagado poco a poco en los últimos años a causa de una enfermedad cruel que quiso robarle al profe todos sus conocimientos futbolísticos y vitales. Afortunadamente, nada será capaz de borrar la grandeza de Cantatore en la historia del Pucela.

Siempre en nuestros corazones. Muchas gracias por hacernos creer, don Vicente.