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Real Valladolid Simancas

El debut más especial

Abonada desde la cuna, Paula Martín San José ha cumplido un sueño al disputar a sus 21 años su primer partido oficial con la camiseta del Real Valladolid

Tenía cinco días de vida cuando su padre, después de ir al registro para certificar su nacimiento, se pasó por la oficina del Real Valladolid y la apuntó a la familia blanquivioleta. Esa niña, Paula Martín San José (28 de diciembre del 2000), hoy tiene 21 años, es la abonada número 2.728 y ha cumplido uno de sus sueños, un sueño con el que todos los aficionados en algún momento han fantaseados: debutar en partido oficial con el Club de sus amores.

¿Alguna vez has pensado qué sentirías tú, que llevas dentro esta pasión, si te ocurriese algo así? Posiblemente, como ella, tampoco encontrases las palabras. “Creo que es algo que, ni aún viviéndolo, se puede explicar. Sientes emoción y orgullo. Ponerte la camiseta del Club de tu vida pesa, uff, ahora estoy yo aquí defendiendo los colores” relata la pucelana, quien vino al mundo con un abono debajo del brazo gracias a la pasión de unos padres para quienes el Real Valladolid “es su vida”. “Mi padre iba al anterior estadio, no había ni gradas, una reja y el campo, le llevaba mi tío abuelo José y desde ahí, loco del Valladolid. Mi madre se hizo un poco más tarde, tenían una peña en el Club y lo seguían donde fuera”, muestra con orgullo.

Por eso ella, desde bien pequeña, vio en blanco y el violeta. En su cabeza se acumulan los recuerdos de la infancia, cuando jugaba en el foso, cuando se escondía de Pucelo, la anterior mascota, que la asustaba. También las vivencias que la han contado, como su primer partido en Zorrilla, un 7 de octubre de 2001 que se saldó con victoria 1-0.

Su butaca en Tribuna Norte, acompañada de sus padres, su tía y más tarde también su hermano pequeño, la ha visto crecer. De bebé a niña, de niña a adolescente, de adolescente a mujer. “De venir toda la vida conoces a todo el mundo de tu alrededor y no solo somos nosotros sino todos los que se sientan aquí, somos como una familia” reconoce quien ha llorado en ese asiento “de tristeza cuando nos tocaba sufrir los descensos, de emoción en los ascensos, son momentos con los nervios a flor de piel y te sale solo”. Lágrimas de quien siente esto como suyo, y no se equivoca ya que esa ilusión de la afición es lo que da sentido a un Club como el Real Valladolid.

Una emoción a veces peligrosa. “Cuando meten gol todos nos tiramos encima de todos, que nos vamos a matar” bromea, una anécdota que ejemplifica lo que significa llevar en la sangre al equipo de tu ciudad.

La niña de la falda y el balón
Paula transmite identidad blanquivioleta. La ilusión con la que habla, el brillo en los ojos al desgranar su experiencia mientras el sol cae al atardecer sobre la tribuna norte de Zorrilla. Así vuelve a su infancia, vinculada a un balón porque, además de vivirlo desde la butaca, también lo hacía en la cancha. “Desde muy pequeña he tenido un balón en los pies, jugaba en el patio del colegio, con la falda y el uniforme. Hasta 2014 no jugué federada porque no me sentía a gusto jugando con chicos”. Por eso la importancia de poner en valor la cantera femenina, como la que desde este año ha creado el Pucela con sus equipos benjamín, alevín e infantil.

Y, aunque de más pequeña también practicaba baloncesto, el fútbol se puso a sus pies y Paula fue acumulando partidos en categorías regionales y nacionales sobre el verde. Una trayectoria que se cruzaba con su devoción blanquivioleta y que ha tenido momentos álgidos como el pasado 29 de mayo, de dulce vibrar para toda la familia del Real Valladolid.

“Coincidía que me jugaba con mi antiguo equipo la liga en Soria. Ganamos, y muchas compañeras eran aficionadas del Real Valladolid así que antes de celebrarlo queríamos venir rápido a ver el partido en Zorrilla. Teníamos que ganar, dependíamos de otros equipos y todo el estadio estábamos pendientes del móvil, lo recuerdo con mucha ilusión porque fue el fin de semana perfecto”, sonríe más de cinco meses después de aquel duelo ante el Huesca que supuso volver a Primera División.

Ese 29 de mayo está marcado en rojo para ella, como también lo está el 5 de noviembre en un año 2022 que, sin duda, no olvidará. Llegaba el día de su debut con el Real Valladolid Simancas, ese momento de lucir los colores que la han acompañado desde la cuna donde 'presumía' de buzo violeta sobre la mítica camiseta de la temporada 1999-2000.

La responsabilidad de ser referente
Paula Martín se lavantó temprano esa mañana de sábado, la de su debut. No tanto por ella sino por una de las ‘culpables’ de esta vocación pucelana, su madre, que “se iba a trabajar, escuché ruidos y me desperté a las 8”. Eso sí, reconoce, “estaba súper inquieta” y según pasaban las horas esa sensación fue a más. Pero el Real Valladolid salió en su auxilio, en el marco del duelo que el primer equipo iba a disputar frente al Elche CF: “Cogí a mi madre y la dije que vamos a la Fan Zone porque necesitaba irme de casa, estaba nerviosísima”. 

Ni siquiera ella misma sabe exactamente el orgullo de sus progenitores cuando, ya de noche, saltó al campo de los Anexos, en el once inicial, con la primera equipación del club de su vida. “Se han hecho un poco los duros, mi madre me lo ha expresado más pero mi padre se ha hecho el fuerte, sé que le hace especial emoción” atisba la Paula jugadora, quien habla de ellos con amor sincero al asegurar que “siempre han sido mis mayores fans pero ahora más, cuando me lo dijeron (su fichaje por el Real Valladolid Simancas) me hizo mucha ilusión pero no te puedes imaginar a ellos, no se lo creen”.

No cabe duda que para la familia Martín San José el Real Valladolid es mucho más que un equipo. Lo intenta plasmar en palabras, pero no es fácil encontrar adjetivos para algo tan grande que se lleva dentro: “Lo pienso y me emociono, estar donde estoy ahora es algo que no me llego a creer. Es un sentimiento, lo llevo viviendo desde que he nacido, mis padres lo han vivido desde siempre, mis tíos, mis primos, todo mi alrededor”.

Cabe mencionar que, sobre el verde en este partido de la jornada 5 de la Liga Gonalpi ante San Pío X, esos nervios no se notaron. Dos asistencias fue su bagaje para una victoria por 4-0 que redondearon un debut especial. Allí emuló, desde la banda derecha, a alguno de sus ídolos de un Pucela. Entre sus favoritos, “me gustaba mucho Víctor, mis padres me hablaban de él; Sisinio un montón, Javi Guerra, y de esta temporada mi favorito sin duda es Roque Mesa”.

Con este hito conseguido, toca reflexionar. Porque ahora han cambiado las tornas y esa inspiración que ella recibía de los futbolistas tiene que devolverla, ya que es ella la que tiene la capacidad para inspirar a otras. “Es fuerte pensar que puedes ser el referente de alguien, se me viene grande, es algo que no asimilo que una niña pueda llegar y me diga que quiere ser como yo o mi compañera” reconoció con naturalidad, y completó que cosas como esta “te hacen mejorar día a día, querer dar la mejor imagen de una misma y eso motiva porque yo he visto a alguien que ha dado lo mejor de él y ha sido mi referente, yo tengo que dar lo mejor de mí”.

Por último, un sueño. Uno que trasciende la temporada, y lo meramente deportivo. Un sueño a lo grande. “Poder jugar en el futuro en el Estadio José Zorrilla sería el top de mi carrera deportiva”. Y vuelve a sonreír, seguramente imaginando, una vez más, como ha hecho tantas veces a lo largo de su vida, cómo será ese momento mágico que cualquier aficionado al Real Valladolid ha construido en su cabeza miles de ocasiones, jugar sobre el verde del templo blanquivioleta.