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Hoy recordamos a... Joseba Llorente

El de Hondarribia llegó a Zorrilla procedente del Eibar para enamorar a los aficionados con sus goles y su entrega

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Su fútbol comenzó en la playa. En Hondarribia, frontera con Francia, un niño llamado Joseba se maravillaba con los torneos que se desarrollaban junto al mar. Ese mismo chico que, estrenada la mayoría de edad, debutó en Primera División antes de compartir sus goles en Eibar y Valladolid, donde se le recuerda como una persona humilde, trabajadora, luchador y buen profesional.

“Esos son mis primeros recuerdos, iba a jugar a la playa, son las raíces, por donde empiezo a mamar el fútbol” recuerda Joseba Llorente (Hondarribia, Guipúzcoa, 24-11-1979), formado como futbolista en la cantera de la Real Sociedad, donde llegó en categoría infantil. Fue el equipo Txuri Urdin el que, en octubre de 1999, lo hizo debutar en la máxima categoría, con 20 años. Pero fue en Eibar donde se consolidó como goleador.

A 80 kilómetros de su hogar Llorente asumió la responsabilidad de liderar el ataque del equipo armero, un club que ya por entonces “era diferente a todo el que hubiese conocido, era especial”. Se trataba de uno de los modestos de la categoría, con un “vestuario muy fuerte” y que con Mendilibar en el banquillo, en la temporada 2004-05, rozó el ascenso a Primera: “Todos estábamos a gusto con su manera de ver el fútbol. A él le venía bien un delantero como yo, que presionaba hasta al linier; su manera de ver el juego era atrevida, un fútbol que gustaba a todo el equipo, no solo a mí”.

Aquel Eibar rozó la proeza, llevar al equipo por primera vez a Primera. Tres puntos privaron del ascenso a una plantilla donde estaban entre otros Gorka Iraizoz, Gaizka Garitano o David Silva, protagonista de una jugada que saltó a la prensa; echó el balón fuera para atender a un rival tendido en el suelo cuando, en el minuto 92, se quedó mano a mano con el portero en aquel partido ante el Lleida que acabó 1-1, en la jornada 35. “No lo dimos demasiada importancia, a David le salió hacerlo así, y lo respetamos”, recuerda Llorente.

 

‘El Castas’, ídolo en Zorrilla
La primera vez que el delantero marcó en el estadio José Zorrilla fue precisamente esa temporada 04-05. Vestía la camiseta del Eibar y anotó el gol de la victoria. Suyos también fueron los dos tantos que, en Ipurua, derrotaron al Pucela. Demasiada pólvora delante de los ojos para dejarla escapar.

“Fue un partido bonito, lo daba Canal+, a las 12 horas. Fue importante para el Eibar ganar en Valladolid ya que era uno de los gallitos, aspirante a Primera” refresca Llorente sobre aquel 13 de marzo de 2005. El mismo a quien hizo gracia recibir los halagos de Carlos Suárez antes de su fichaje: “Venía de un equipo modesto y meterme en el Real Valladolid, con semejantes nombres… yo era un pipiolo dentro de ese equipo”.

Pero el pipiolo pronto demostró ser una fiera. Compartía ataque con Víctor, Aduriz, Tote y Sousa, y en su primera temporada como blanquivioleta sumó 12 goles en liga demostrando la clase que atesoraba a pesar de que la dinámica del equipo no fue la mejor. “No lo pasamos bien, fue un año complicado aunque no bajamos los brazos y nos mantuvimos” refresca el delantero, que sin embargo tocó el cielo el curso siguiente.

Es difícil que el aficionado haya olvidado el ascenso de los récords. Mendilibar fue el icono de aquella temporada 2006-07 y Joseba Llorente el matador de un equipo que ascendió ocho jornadas antes de acabar el campeonato, y que acumuló 29 partidos seguidos sin perder, 21 de ellos victorias. Una gesta que el delantero simplifica: “Son años de gracia. Nos amoldamos a lo que el míster quería, al principio costó un poco pero en cuanto la gente vio los resultados todo fue a mejor.”

Gracias a su derroche de esfuerzo, sus compañeros en el Real Valladolid apodaron al vasco como ‘el castas’, un valor que Llorente comparte con todo el equipo: “No era correr por correr, hacíamos una buena presión todo el equipo, bastante bien equilibrada. Yo me encontraba a gusto, a los contrarios les costaba jugar con nosotros, peleábamos mucho”.

 

El gol de la permanencia
El ‘9’ volvía a Primera División. Y esta vez lo hacía consolidado, aunque había voces que dudaban de su posible rendimiento en la élite, algo que le ha acompañado durante toda su carrera. “Siempre lo escuchaba, pero lo tenía asumido. Si iba al Eibar, no iba a hacer mucho. Si iba a Valladolid, tampoco. Luego en el Villarreal, lo mismo. Había dudas sobre mi manera de jugar, pero lo tenía asumido” relata Llorente, inmunizado ante esos comentarios: “Estas críticas o te hunden o te hacen crecer, y a mi me han servido para sacar el nervio y crecer”.

Convenció a sus críticos con goles. 16 tantos (entre ellos el hasta ahora más rápido de LaLiga) que permitieron al Real Valladolid mantener la categoría. El primero de ellos llegó en el minuto 54 del primer partido de la temporada y dio tres puntos al equipo ante el Espanyol. El último, especial, en el minuto 40 de la jornada 38, la definitiva, para poner en ventaja al Pucela en Huelva y prácticamente asegurar la permanencia.

Aquel, frente al Recreativo, “fue un partido especial”, analiza el delantero cuya mujer, embarazada, viajó con una expedición del club para apoyar en la grada. Un partido que se retrasó una hora debido a la lluvia en Mallorca, y en el que el Real Valladolid dependía de sí mismo: un empate aseguraba su continuidad, e incluso una derrota podría servir.

En aquel choque el jugador vasco ya sabía que su futuro estaba lejos de Zorrilla, en el Villarreal, pero él no bajó de marcha. “No podía fallar en esos momentos, nos jugábamos la permanencia y el Real Valladolid me dio un montón”. No en vano la profesionalidad es otro de los rasgos que han definido su trayectoria.

 

Atleta y padre de familia
El traspaso al Villarreal se realizó con mucha naturalidad y se vio no solo como una oportunidad para el jugador sino también para el propio Real Valladolid, para el que “no eran momentos fáciles y esto fue un balón de oxígeno”.

Entre las anécdotas que dejaron sus últimos días como blanquivioleta está un momento de la celebración privada, cuando Llorente quiso saltar a una capea. “Me pararon los pies rápido”, ríe. Y es que cualquier precaución era poca para asegurar su integridad física y poder completar el fichaje.

Valladolid recuerda con cariño, más de diez años después, a aquel delantero vasco que era sinónimo de entrega, compromiso, esfuerzo, y gol. “La gente de Valladolid es humilde, con casta, me encontraba a gusto en la ciudad. Era la primera vez que salía de casa, y mi mujer y yo hicimos muchos amigos allí, fue un placer” devuelve Joseba Llorente, a quien incluso el clima de la ciudad agradó.

El joven de Hondarribia que dio sus primeras patadas a un balón en la playa colgó las botas en 2013, en Primera División, tras pasar por Villarreal, volver a la Real Sociedad, y acabar en Osasuna. A pesar de su poderosa carrera profesional, las dudas sobre su capacidad volvieron a aparecer, en esta ocasión sobre su estado físico. “Tenía problemas de espalda, yo me encontraba bien pero al volver a la Real se duda de mí. Me cansa un poco esa historia, no tenía continuidad, y antes de dar tumbos decidí retirarme”.

Unas dudas poco justificadas a la luz de su actual dedicación: el atletismo. Joseba Llorente, el mismo al que bastaron siete segundos para recorrer medio campo, controlar el pase de Víctor y picar por encima del portero, ha cambiado actualmente aquella velocidad por la larga distancia, los 42 kilómetros de la maratón. Permanece alejado del fútbol (“tengo tres hijas, prefiero estar con ellas, quiero un poco de tranquilidad”) y solo ha vuelto a Zorrilla para conmemorar los diez años de aquel tanto al Espanyol. El delantero pide acabar la conversación: ha llegado al colegio para recoger a sus pequeñas. La familia manda. Y su recuerdo permanece.

 

*** Hoy recordamos a... Manolo Peña, Eusebio Ríos, Fortes y Diez, José Emilio Amavisca