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La pasión desmedida de las pioneras Orobón

Carmen y Toñi, hermanas, fueron la semilla del fútbol femenino en Valladolid, vistiendo la blanquivioleta en 1970, en una época donde jugar al balompié estaba prácticamente vetado para las mujeres

El viejo Zorrilla olía a puro y a coñac. Pobre, decadente y primitivo, como recordaba Miguel Delibes, y al mismo tiempo muy carismático, por el antiguo estadio blanquivioleta pasaron leyendas del fútbol como Di Stéfano y Kubala, o las estrellas locales Coque, Lesmes I y Saso. Lo que no se recuerda tanto, a pesar de lo insólito para la época y la expectación que desató, es que en su césped también tuvieron lugar los que posiblemente fuesen los primeros partidos de fútbol femenino de la ciudad.

En 1970, aquel año difícil de digerir para el Real Valladolid tras el descenso a Tercera, un grupo de amigas formó el primer Pucela femenino de la historia. Es decir mucho porque era una época en la que jugar al fútbol estaba prácticamente vetado para las mujeres, y cuya participación en deporte estaba supeditada a la voluntad de sus padres, novios o maridos. Pero entonces con Santiago Gallego como presidente, y Paco Abril en el banquillo, en un mundo eminentemente masculino, unas pocas jóvenes rompieron barreras y despertaron la admiración de una afición que no podía ni imaginar la fuerza que cobraría ese espectáculo unas décadas más tarde.

Entre ellas había dos hermanas, Carmen y Toñi, las Orobón. Hoy reviven su historia, la que empieza con un sincero “hace tantos años que no me acuerdo mucho” pero que va cobrando fuerza y cuerpo según avanzan las palabras en sus bocas. Más tímida Carmen, con el 6 a la espalda, una de las mejores sobre el campo; más vivaz Toñi, la 4, ambas refrescan lo que fueron unos partidos amistosos que sirvieron de punta de lanza, de semilla, de anticipo a todo lo que ha venido después. 

“El equipo duró poco, no sabemos por qué no continuó, pero nos lo pasamos muy bien” refrescan sobre un comienzo que queda difuso en el pasado. “Surgió de unas amigas. El entrenador era Paco Abril, que estaba muy metido en el deporte, y conocíamos a su mujer porque vivía en La Rubia” relatan, tratando de encontrar la fecha exacta y la edad correcta: “Yo tenía 18 años –dice Carmen-, tú 22 o 23… estas eran más jóvenes, una tendría 16 años”.

El paso del tiempo ha borrado el apellido de ‘estas’, la plantilla pionera del fútbol femenino en la ciudad. Pero no sus nombres, los que recita Toñi, aportando pinceladas que dan contexto aunque hace décadas que no saben las unas de las otras. “Éramos todas de Valladolid… Toñi, Inma, Lupe, María Jesús que tenía la piscina de la Ponderosa en Laguna de Duero, María Ángeles, Ascensión que ha fallecido, Marga… esta otra jugaba muy bien y no me acuerdo su nombre… Merce, Celia… esta Rosario, me parece. El masajista, Tiburcio, Tibu, era conocidísimo en el Europa Delicias, en aquellos tiempos nos llevaba pastas y vino Sansón, e iba con un acordeón y cantábamos”. Fotografías de otro tiempo sin el cual no se entendería el nuestro.

 

Amistosos que marcaron el comienzo
Aunque hay constancia de un partido femenino en España en 1914, fue en la década de 1970 cuando el fútbol femenino empieza a sentirse, con el primer partido de la selección española, la primera competición oficiosa y, a partir de 1980, una serie de estructuras incipientes que sirvieron para ir visibilizando el fútbol practicado por mujeres.

En 1970 era un rara avis ver a mujeres jugar al balompié, y quizá por eso los partidos que el Real Valladolid Femenino jugó en Zorrilla tuvieron tanta afluencia de público. Fueron dos, según recuerdan las hermanas, ante el Íscar y el más especial, ante el Sizam de Madrid, un equipo “de chicas jóvenes y delgadas como nosotras, pero estaban muy musculadas, tenían que jugar bastante porque las piernas las tenían como los futbolistas, arqueadas y muy musculadas” repasa Toñi, quien confiesa que “una me dijo ‘hija de puta’ y yo estaba que me moría de miedo, la dije a mi hermana ‘oye, cubre tú a esa’, se ve que la daría una patada”. Un partido, por cierto, que acabó convictoria pucelana y con un árbitro de primera división masculina, Pascual Tejerina, dirigiendo la contienda.

Pero el fútbol femenino del Real Valladolid fue más allá del terreno de un viejo Zorrilla que a ojos de las hermanas Orobón “parecía enorme, no pensaba desde las gradas que podía ser tan largo, pero fueron momentos que nos lo pasamos fenomenal”. León para medirse a la Cultural, Medina del Campo, incluso hasta a Langreo viajó la expedición, que se entrenaba varios días por semana en el estadio vallisoletano y, en vez de botas de tacos, jugaban con “Converse, las playeras”.

De ese Viejo Zorrilla Carmen y Toñi conservan los recuerdos como jugadoras y aficionadas, y su experiencia completa esas palabras que regaló Delibes al antiguo templo futbolero: “Tenía mucho carisma, la gente iba al Dallas a tomarse el café, también a la Lucense, en las gradas pasaban con la botella de coñac por si querías un vasito, y se fumaban muchos puros, todo el mundo iba con su puro”.

Fútbol femenino con permiso masculino
No todas las jóvenes tuvieron la suerte de las Orobón. A principio de los años 70 las mujeres luchaban por ganar independencia en una sociedad machista, y el fútbol obviamente no era una excepción. “Mi familia estaba muy vinculada al fútbol. A nosotras no nos quitarían de jugar pero en aquellos tiempos no en todas las casas los padres dejaban a las hijas jugar, los nuestros eran muy modernos, pero era difícil encontrar gente” explican, para entender el tiempo y el lugar. 

En aquel 1970 Carmen jugaba al baloncesto, en ligas de nivel. Toñi era de balonmano. Y durante esos meses alternaron con el fútbol, entrenando primero en Zorrilla, “a las 4 de la tarde, por si se iba la luz” y después “en las piscinas deportivas de Moreras, o a última hora en la feria de muestras” Carmen, y “en el Ruiz Hernández” Toñi, donde, en invierno, el calentamiento previo consistía en quitar el hielo de la pista. Deportes con los que siguieron una vez concluida la experiencia futbolera, un final que tratan de recordar por qué se precipitó: “No fue a más por los padres, que no estaban preparados, y las chicas no querían –dice una-. Se dejaría porque estaban en unas edades que se echarían novio, y el novio diría que no, a saber tú, no estaba muy arraigado –completa la otra-”, tratando de hilar las hipótesis más probables.

Tal fue la novedad de este equipo femenino que hasta salió en la radio a nivel nacional, algo que recuerda Toñi con mucho cariño. “Se llamaba ‘Ustedes son formidables', en la SER, por la noche. Nos llevaron a hacer entrevistas, ese programa se oía mucho”, una muestra de la magnitud que cobró aquel equipo, y que se trasladó también a pie de calle: “A mi padre, en La Rubia, le decían en los bares ‘vaya con la número 6 (Carmen)’, y también por la 9, Celia, que era mejor que yo”. Y completa Toñi, orgullosa: “Mi hermana coge un balón y no se lo quitáis”.

 

Evolución, en casi todo
Han pasado más de cincuenta años desde aquel Real Valladolid Femenino, una sección que el Club recuperó en 2010, durante dos temporadas, y que se ha consolidado desde la temporada 2022-23 con la creación de una cantera de base femenina en blanquivioleta y la puesta en marcha del Real Valladolid Simancas. Sin duda, el deporte femenino ha evolucionado, y Carmen y Toñi analizan este avance desde diferentes perspectivas.

“Hoy en día es muy difícil que a una chica a la que le gusta el fútbol su novio la diga ‘el fútbol o yo’. Pero en aquella época sí pasaba” mencionan, sobre el contexto social, en un relato que se sazona con píldoras que dicen mucho, como las miradas extrañas cuando una mujer subía en chándal a un autobús, los pantalones ajustados que vestían, o la negativa de los padres a dejarlas jugar. 

También ha aumentado el nivel de las jugadoras, algo que no pasa desapercibido sobre todo para Carmen, gran seguidora de todos los deportes. “En el partido ante el Íscar me acuerdo de un detalle, una se agachó y cogió el balón con las manos, entonces no había mucha afición ni mujeres que fueran al fútbol” inicia, para exponer que “ahora da gusto ver a la Selección, al Barcelona… hay unas diferencias abismales en lo femenino, un salto muy grande en balonmano, fútbol, baloncesto… el deporte femenino ha pegado un vuelco increíble”.

Sin embargo, en algún aspecto no se está tan lejos de aquella época, incluso por momentos la situación es peor. Por ejemplo, recuerdan las hermanas que “cuando hemos jugado nunca ha habido un mal comentario por parte de nadie, la gente era súper respetuosa, nos llamaba la atención porque pensábamos que podíamos salir y nos mandarían a casa, pero al revés, nos aplaudían” insisten; una violencia verbal que, por desgracia, sí han sufrido muchas de las jugadoras en el siglo XXI.

No obstante, lo que ahora sí se puede y antes no es soñar con poder ser futbolista profesional, algo que Carmen sintetiza muy bien al afirmar que “si en mi época hubiera estado como está ahora el fútbol me habría dedicado más al fútbol que al baloncesto, en el fútbol podía haber dado más”.

 

Una pasión desmedida
Una sentencia nada azarosa ya que una de las pasiones más enraizadas en Carmen Orobón es el fútbol. Lo practicó en esa pequeña ventana de 1970, también con sus hermanos en la calle, pero sobre todo lo ha visto y vivido como fiel abonada blanquivioleta.

En este curso 2023-24 ella tiene el carné número 183, un muy respetable registro que pudo haber sido aún mayor ya que “creo que llevo 53 años (de abonada) que podían ser 60, pero me borré el año que jugué al fútbol, Santiago Gallego nos dio un bono y digo, quién me manda a mí pagarlo, y me borré ese año”. Una fidelidad que viene de familia, que bebía de los relatos de su padre quien “nos contaba los recuerdos de su época, de Lesmes, del año que llegamos a una final de Copa… y en 1970 verlo en Tercera era muy triste”.

El señor Orobón, que cuenta Toñi “tenemos una foto suya en el Metropolitano en enero, diez días antes de nacer yo, ahí estaba todo chulo con sombrero, guantes de piel y un puro”, inculcó el amor por el Real Valladolid en sus hijas, en su familia, la que ha viajado por la geografía española siguiendo a los suyos. Como en Santander, donde llevaron junto a su hermano una pancarta que decía ‘venimos, ganamos y a Pucela nos vamos’.  

Y sí, en Santander ganamos. Como está ganando, en este partido que se dilata ya demasiado en el tiempo, el fútbol femenino. Con el camino abierto por las Orobón y aquella plantilla de 1970, con el que han seguido abriendo tantas y tantas mujeres que han defendido su derecho a disfrutar de este deporte global y común como lo hacen los hombres, el minuto 90 del encuentro cada vez está más cerca. Para que, cuando llegue el final, con el triunfo en el bolsillo, se pueda dejar de luchar al fin y se empiece, simplemente, a disfrutar de un deporte que nos pertence a todos y todas.