
¡Qué tarde la de aquel día!
La inolvidable victoria 3-1 ante el Barça ensalzó la pasión blanquivioleta en una temporada especial
Si jugamos a recordar tardes inolvidables para el aficionado blanquivioleta en el último cuarto de siglo muchos, seguramente, destaquen con especial cariño la que tuvo lugar un 16 de abril de 1997. No hace falta apuntar el rival ni el resultado porque al leer esa fecha la cabeza ha viajado directamente a ese partido, e incluso puede que la piel se haya erizado al rememorar uno de los momentos grabados a fuego en el imaginario colectivo pucelano.
Fue la temporada mágica de un Real Valladolid imparable. También la primera visita al Estadio José Zorrilla del mejor delantero de la historia, que por entonces no podía saber que un puñado de años más tarde sufriría desde ese mismo palco en el rol de presidente. Pero aquel día a Ronaldo, el pichichi de aquel curso y punta de ataque del FC Barcelona, le ensombreció otro delantero, más menudo, quien con sus dos goles encarriló una victoria "que marcó a mucha gente y a nosotros nos hizo recordar toda la vida".
El 16 de abril de 1997 era la víspera del vigésimo tercer cumpleaños de Víctor Fernández. Hoy es un jugador emblemático del Real Valladolid pero aquella temporada, en cambio, era el nuevo. "Fue una temporada especial. Venía del Tenerife (en invierno de la 95-96 fue cedido al Toledo, en Segunda) pero no estaba siendo importante, y esta fue la primera en la que fui importante" relata el futbolista, quien en el vestuario pucelano encontró "gente con experiencia que ayudaba mucho a los jóvenes que veníamos con muchas ganas, un grupo fenomenal que todos recordamos con mucho cariño".
16 de abril de 1997
"Es un partido inolvidable. Es el que más recuerdo en ambiente futbolístico, animando durante todo el partido, la afición nos fue llevando a más" asegura Víctor; un testimonio de valor ya que sus piernas han disputado más de 600 partidos como profesional, más de 300 en Primera División.
Pero, ¿qué pasó aquella noche? Lo primero, un tempranero gol del Barça con un cabezazo impecable de Ronaldo que pusó en ventaja a los visitantes en el minuto 5. "Lo normal es que ahí se acabe el partido. Pero nunca nos dábamos por perdidos" refresca el atacante, quien junto a Fernando y Quevedo lograron volver completamente loca a la defensa culé compuesta por, casi nada, Couto, Nadal y Abelardo, más Guardiola, Amor y De la Peña en el medio campo.
"En cuanto el Barsa dejaba la defensa adelantada hacíamos mucho daño, éramos jugadores muy distintos y era muy difícil defendernos a todos. Fue un partido muy completo de portería, defensa, centro del campo y arriba" apunta Víctor para dar mérito a todos sus compañeros, una alineación que ese miércoles formaron César, Peña, Santamaría, Marcos, Juan Carlos, Benjamín, Gutiérrez, Edu Manga, Fernando, Quevedo y el propio Víctor.
Fernando, en jugada personal, igualó el partido antes del descanso. Y justo en la reanudación llegó el 2-1. Cuando se habla de un gol rápido es obvio que el de Llorente a pase de Víctor en 2008 viene a la cabeza, ya que esos 7,2 segundos marcan, aún hoy, el récord en Primera; pero en aquella tarde de 1997 también sucedió ese destello fugaz de genialidad. Fernando peinó de cabeza un envío largo nada más sacar de medio y Víctor culminó con la pierna izquierda. Una jugada que pone de manifiesto varias de las virtudes de aquel Pucela: "Era el ímpetu, apretábamos mucho. Fernando las ganaba todas por arriba y Mami y yo estábamos allí, todos confiábamos en el compañero".
Una goleada que se quedó corta
La remontada se festejó con pasión, pero aún quedaba mucho partido. Y ya se sabe lo que toca sufrir en los últimos minutos ante un equipo con poderío económico... pero no aquella tarde. "Suele ser al revés, ellos no te dejan pasar del área. Pero en este caso tuvimos ocasiones de gol con Peternac, Benjamín... éramos un equipo físicamente muy fuerte que no parábamos de correr en todo el partido" indica con orgullo Víctor, autor del 3-1, "uno de los goles que recuerdo con más cariño, fue bonito por el ambiente". Lo hizo de cabeza, con un remate certero que superó a Vítor Baía tras un pase "perfecto" de Soto en el minuto 77.
Un triunfo que valió mucho más que los tres puntos que situaron al Pucela en la sexta posición tras esa jornada 34. Aquel choque, esa victoria, sirvió para crear afición, para hacer que toda una generación guardase fidelidad por el blanco y el violeta. "Soy consciente de que ese partido hace a mucha gente aficionada al Real Valladolid. Ver que somos capaces de plantar cara al Barcelona, y de la manera que lo hicimos. Íbamos al ataque, nos costaba perder el balón, llegábamos con claridad... Fue el primer partido que mi ahora mujer vino a verme y mira, 25 años juntos" bromea el delantero para poner de manifiesto que la trascendencia de ese 3-1 va más allá de la clasificación.
Una temporada a un nivel muy alto
¿Qué tuvo aquella plantilla de la 96-97 para que todo saliese tan bien? Esa pregunta la responde Víctor Fernández, quien desgrana una a una las fortalezas que atesoró aquel grupo de deportistas. "Nos juntamos gente con experiencia que llevaba mucho en el fútbol con gente joven con ganas. Y teníamos un nivel futbolístico bestial, aparte de que no parábamos de correr, pero teníamos un nivel altísimo" afirma, y pone en valor el papel del míster, Vicente Cantatore, "que también nos hacía eso, competir todos a un nivel muy alto".
El atacante enfatiza que "nuestro centro del campo era fortísimo, y el equipo defendía a muerte". Algo que sabía bien Ronaldo, en palabras del madrileño, "el mejor delantero del mundo, de la historia". "Se juntaron tantas y tantas cosas que hicieron que fuese una temporada muy buena, a un nivel muy alto" concluye Víctor Fernández sobre una campaña que, sin duda, permanece viva en la memoria de los aficionados. Y aquella tarde del 16 de abril de 1997 es el máximo exponente de un Real Valladolid que ilusionó a toda la ciudad y llevó su nombre a Europa.