El partido de fútbol que este domingo jugaron la Cultural y Deportiva Leonesa y el Real Valladolid en el Reino de León pasará a la historia. Para empezar, el dato no es baladí. Para unos pasará a la historia por su resultado tan inusual (4-4); para otros por los vaivenes del marcador (el partido estuvo 1-0, 2-1 y 2-4); para algunos, por el ambiente enfervorecido en la grada (según tocara reír a leoneses o vallisoletanos, claro)…
Y tanto en la Cultural como en el Real Valladolid el punto sumado dejará todo tipo de sensaciones. A unos el punto les sabrá a mucho, a otros a nada y otros juzgarán el reparto del botín como lo más justo. Lo pensarán aficionados leoneses y aficionados vallisoletanos.
Pero de la lectura desapasionada habrá que convenir que la Cultural Leonesa y el Real Valladolid, más allá del típico partido en el que se tarda más en escribir la ficha técnica que en hacer la crónica y en el que es casi imposible recordar todo lo que pasó, cuándo pasó y por qué pasó, firmaron un buen espectáculo, en el que hubo pasión e incertidumbre en el desenlace. Dio para celebraciones, desazón y hasta cabreos con el árbitro, puesto que señaló tres penaltis –primero uno a favor de la Cultural y luego dos a favor del Pucela- de los cuáles solo uno lo fue realmente, el que supuso el primer gol de Mata, porque los otros dos fueron faltas fuera del área.
El partido dio para todo y más. Incluso Rubén de la Barrera y Luis César quizá tengan que ver el partido varias veces repetido para saber qué pasó realmente, porque sucedieron muchas cosas, muchos detalles y a una velocidad de vértigo.
De entrada, en la primera parte, que acabó con empate a uno, la Cultural Leonesa jugó por momento muy bien al fútbol y se impuso a los puntos a un Real Valladolid que no pudo sujetar el partido en el centro del campo, no pudo quitar el balón a su rival y se vio sometido con las combinaciones largas y precisas de un equipo que juega muy bien al fútbol porque sabe a lo que juega y tiene buenos futbolistas, algunos de los cuales, como Yeray González, Emi Buendía o Señé, están en auténtico estado de gracia y son capaces de desarbolar a cualquier rival.
La posesión estuvo repartida, pero la Cultural tuvo el partido más controlado. Marcó el primer gol en una acción afortunada (el disparo de Señé se envenenó al tropezarse en un pie de Guitián) y después tuvo el 2-0 en un penalti que no lo fue y que Masip detuvo a Rodri.
Al Real Valladolid le costó mucho entrar en el partido y cuando lo hizo, en el tramo final de la primera parte, descubrió la gran carencia leonesa, que tendrá que corregir para conseguir ser el equipo revelación al que está llamado a ser: su defensa. Bastó que el Real Valladolid trenzara alguna jugada, que saliera con fe y llegara con efectivos al área de Palatsi para atisbarse que podía hacer mucho daño a la Cultural.
Mata marcó el 1-1 de penalti cometido sobre él mismo en el minuto 36, pero el Pucela se dejó lo mejor para la segunda parte.
En la reanudación, el partido enloqueció. Arrancó con un golazo de Yeray González y una contestación implacable del Real Valladolid, que pasada la hora de juego, del minuto 60 al 69, marcó tres goles (Guitián de cabeza en un córner, Hervías de penalti sobre Mata que fue fuera del área y Mata en una bonita acción individual) y pareció dejar el partido visto para sentencia con un 2-4 si no hubiera sido porque delante tenía un equipo que, como ya demostró en las remontadas en sus dos anteriores victorias, no baja la guardía. No lo desconocía el Real Valladolid y la Cultural se sabía capaz de remontar y lo hizo.
Y lo hizo con dos golazos. El primer de Emi Buendía tras una gran jugada individual, que reforzó la fe culturalista en la remonada, en el minuto 79, y cinco minutos después, en una gran jugada colectiva de la Cultural culminada con una acción individual sensacional de Señé, disparo imparable incluido.
Dentro de la locura, lo más curioso y lo que casi nadie esperaba con el 4-4 es que el Real Valladolid reaccionara con sangre fría, orgullo y amor propio, y en vez de acabar pidiendo la hora, se fuera a por la Cultural, que tuvo que encomendarse a su portero para evitar el 4-5. Luismi filtró un pase en profundidad a Mata, masacrado por los jueces de línea menos en esta acción, y se plató en mano a mano ante Palatsi. El delantero disparó bien, pero encontró la respuesta de Palatsi, para demostrar que había portero y los cuatro goles encajados no estaban en su debe, de la misma forma que Masip se había visto masacrado por golazos y acciones de mala fortuna y había puesto su granito de arena con un penalti atajado.
El partido dará mucho que hablar y los análisis serán múltiples y autorizados. Pero lo que está claro es que a nadie dejó indiferente. La Cultural y el Pucela empataron. Ganaron el fútbol y los aficionados.