Paco Lesmes se adelantó a todos los demás. Ya vio, en noviembre de 1961, que aquel prometedor delantero llegado de un pequeño pueblo de Burgos era más versátil de lo que se podía pensar. Que detrás de su capacidad ofensiva, que la demostró sobradamente en el Real Valladolid, estaba la semilla de un defensa tácticamente impecable. Esta es la historia de José Martínez García, el central con vocación de goleador.
En el verano de 1960 se fraguó su fichaje. Martínez, 1,82 de altura, 78 kilos, 19 años, nacido en Regumiel de la Sierra (Burgos, 18 de agosto de 1940), se incorporó al primer equipo del Real Valladolid a pesar del interés del Burgos CF, que se especulaba que le ofreció más dinero. Pero su destino fueron las orillas del Pisuerga para comenzar la que sería una dilatadísima trayectoria deportiva.
Pero sus inicios no fueron fáciles. Su primer partido de liga, en la jornada 6, fue malo individual y colectivamente. Una derrota 0-2 ante el Atlético de Madrid que aceleró la destitución de José Luis Saso en el banquillo blanquivioleta. Fue una temporada para el olvido que acabó en descenso después de tres entrenadores. Para Martínez, un curso duro pero de aprendizaje. Su segundo partido fue en enero de 1961 y se repitió el patrón, derrota 3-1 en Mallorca y mala actuación del delantero y del equipo. Una dinámica que le llevó al Europa Delicias (la misma situación que otro compañero, Macario), un paso atrás que a la postre supuso dos adelante.
Porque en su paso por el filial blanquivioleta coincidió con Julián Vaquero, leyenda blanquivioleta, como entrenador. Una relación que luego tendrá trascendencia.
Sus primeras pruebas como defensor
Con el Real Valladolid en segunda división, Martínez tampoco encontró regularidad en el primer equipo. A los mandos de Paco Lesmes el Pucela completó una primera vuelta sensacional, pero dimitió tras la primera vuelta en una historia que finalizó con el ascenso bajo los mandos de Heriberto Herrera. Con una delantera poblada y de calidad, con Morollón, Molina o Rodilla entre otros, el técnico ceutí comenzó unas pruebas que anticiparon la transformación de Martínez.
Sorprendió que, en noviembre de 1961, Lesmes probase con el burgalés como lateral derecho en un amistoso frente al Cádiz. La prensa de la época hablaba de la situación del jugador, quien “cayó también en el descenso de juego que, de una parte a acá, han experimentado todos los jugadores europeístas” pero de quien continuaban destacando “las condiciones físicas de un gran atleta, su inteligencia, su vocación futbolística, su honradez profesional, amén de otras series de virtudes”.
Por eso muchos celebraron que volviese a entrar en la dinámica del primer equipo, aunque cuestionando la decisión de su ubicación en la zaga, como manifiestan estas palabras publicadas en el Diario Libertad: “Que la prueba de esta tarde será sólo un paso para, más tarde, llevar a Martínez al sitio que de verdad debe ocupar en el primer equipo. Juicio un poco aventurado si ustedes quieren, porque acaso ocurra que el muchacho nos dé a todos la soberana sorpresa de actuar hoy como un gran defensa lateral. Lo que por otro lado no quiera decir que reúne las cualidades precisas para ser el buen delantero centro que hemos creído ver siempre en él. Lo importante es que a Martínez se le va a dar la ocasión de mostrar su clase”.
De Salamanca a debutar en Primera
Martínez cerró la temporada 1961-62 con cinco partidos jugados con el primer equipo blanquivioleta, y cero goles. En el regreso a Primera División fue Antonio Ramallets quien asumió el banquillo del Real Valladolid y decía el entrenador que a Martínez, como a otros jóvenes, le quería tener cerca, en el Europa Delicias, para comprobar su evolución, en lugar de buscar una cesión a un equipo en Segunda. Ahí entró en juego la Unión Deportiva Salamanca.
A pesar de las palabras de Ramallets, Martínez acabó cerca del río Tormes. Porque en el conjunto salmantino estaba de entrenador Julián Vaquero, viejo amigo, que conocía y confiaba en el delantero burgalés.
En Salamanca el delantero confirmó lo que muchos esperaban de él. Jugó 19 encuentros ligueros y sumó 9 goles, aunque paradójicamente solo uno bajo el mandato de Vaquero, sustituido tras la jornada 17. Esa manera de despuntar valió para que el Club vallisoletano repescase al futbolista en marzo de 1963 aprovechando una cláusula contractual. Así, el 31 de ese mes, llegó el debut de Martínez en la máxima categoría del fútbol español, titular en el triunfo 1-0 ante el Valencia. Aunque sin marcar, jugó todos los minutos hasta final de temporada.
El camino hacia atrás: de delantero a central
Lejos de ser una evolución lineal, la carrera de Martínez aún tendría altibajos. El Real Valladolid comenzaba la 1963-64 en Primera y del burgalés se decía que a ver qué tal se adaptaba a su nueva demarcación, ya que “no cabe duda que posee todas las facultades que se requieren para ser un gran central”.
Si bien con Zubieta como entrenador no jugó un solo partido, la vuelta de Lesmes al banquillo en la jornada 6 cambió la situación. Martínez pasó a ser titular indiscutible, eso sí, en el centro de la zaga. Marcó un gol, como recuerdo de esa vocación, a lo largo de 2.250 minutos de competición en la élite. Pero no pudo evitar el descenso.
Todo volvía a la casilla de salida. El Pucela partía desde Segunda División, una vez más, en la 1964-65, con el húngaro Jeno Kálmar como entrenador (y Julián Vaquero sustituyéndolo en el banquillo en los dos últimos partidos). Para ambos Martínez fue titular insustituible gracias a su extraña cualidad, la capacidad de jugar igual de bien de delantero centro y de defensa central, un rara avis que le permitió completar los 2.700 minutos de la temporada y convertirse en el máximo goleador de la competición, con 18 dianas.
Fue una temporada especial para el jugador burgalés, sin duda. No solo por los goles, sino porque supuso su estreno como capitán blanquivioleta, en enero de 1965. De hecho, sus palabras tras vencer 1-4 al Mestalla demostraron su amor por los colores y su sentido de equipo. Cuestionado por si estaba contento a pesar de no haber “mojado”, respondió rotundamente: “A mí lo que verdaderamente me preocupa es que gane el Valladolid”.
Hay muchas anécdotas en relación con Martínez en aquel curso, un jugador querido por la afición que protagonizó un debate futbolero vivo, su posición. Un futbolista, por ejemplo, que en el mismo partido fue pitado por fallar un penalti y minutos más tarde aclamado para que él fuese el encargado de tirar la siguiente pena máxima (algo que sucedió en el 4-1 ante el Onteniente el 28 de febrero de 1965).
El final de su etapa como jugador del Real Valladolid tuvo lugar el 18 de abril de 1965. Llegó con el gol que lo confirmó como máximo artillero del grupo en Segunda, en un triunfo 3-0 ante el Abarán, pero no pudo despedirse con el deseado ascenso, con el Pucela tercer clasificado del grupo 2, detrás de los dos ascendidos, RCD Mallorca y CD Málaga.
Un millón para el traspaso
Los malagueños se fijaron en Martínez y lo apuntaron bien marcado en su agenda para jugar en Primera. Un traspaso que, especuló la prensa del momento, pudo haberse cerrado en un millón de pesetas, una cifra importante para la época. Fue un verano de muchas salidas de jugadores blanquivioletas en el inicio de una situación triste para la historia del Club, la peor época deportiva en el casi siglo de vida de la institución.
Centrados en José Martínez, el burgalés no decepcionó a las expectativas andaluzas. Sus estadísticas hablan por sí solas del camino de un futbolista que encontró, en el centro de la zaga, la estabilidad deportiva necesaria para consolidarse como una de las leyendas vivas más importantes del conjunto malagueño. Sus once temporadas como ‘boquerón’ (la mayoría de ellas en Primera) con 380 partidos disputados y 22 goles anotados, escriben la trascendencia del curioso caso del defensa brillante con vocación de delantero.