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Historia

La gran tarde de Emilio Morollón

En la mejor temporada en la Historia del Real Valladolid, el Córdoba CF fue la víctima de la voracidad goleadora de uno de los mejores delanteros blanquivioleta

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Con solo leer su nombre, Emilio Morollón, centenares de aficionados blanquivioletas habrán viajado en el instante varias décadas atrás. Sus recuerdos, seguro, han cobrado vida. Y en ellos se han dibujado alguno de los muchos, muchísimos, goles de aquel delantero que hizo soñar a un Club liderando un ascenso en su primera temporada en Zorrilla, y años más tarde regalando tardes mágicas para dejar al Real Valladolid donde todos lo queremos ver, entre los mejores equipos del país. Una de aquellas fue, precisamente, frente al rival que nos visita esta jornada, el Córdoba CF.

Fue un domingo 13 de enero del año 1963. La crónica de la época asegura que ese día hacía "frío, mucho frío". No es de extrañar. También que aquel Pucela que dirigía Ramallets ofreció, esa jornada 16 en Primera División, "las más finas esencias de este deporte". No en vano los castellanos, tras esa goleada por 6-0 ante el conjunto andaluz en el partido que comenzaba la segunda vuelta, se situaban terceros, a solo dos puntos de los colíderes. Y, entre todas las lecciones impartidas ese domingo, destacó la de Morollón.

Los cuatro tantos del delantero sentaron cátedra. Tampoco era de extrañar ya que los asiduos a Zorrilla llevaban años disfrutando de aquel cañonero, un dandy dentro y fuera del campo, un extraordinario goleador que llegó con 21 años a Valladolid procedente del modesto Béjar y que, ya en su primera temporada como blanquivioleta (la 1958-59) se destacó como pieza fundamental con 22 goles -pichichi de la categoría- que dejaron al Pucela líder en Segunda para regresar a la élite.

En Primera, los dos siguientes años, sumó ocho tantos en la 1959-60 y siete en la 1960-61, que no valieron para evitar el descenso. Sus datos quedaron lastrados por una osteopatía de pubis que mermó sus capacidades, pero en la 1961-62, de nuevo en Segunda, Morollón fue clave con 21 goles (entre ellos, cuatro al Deportivo Alavés en Zorrilla) que volvieron a suponer el ascenso por la vía rápida.

Perfección ante el Córdoba para un curso inolvidable
Con esa trayectoria, y con 25 años, llegó el mejor año en la carrera deportiva de Emilio Morollón. Convocado con la Selección Española y de dulce con el Pucela, fue uno de los indiscutibles en una alineación que la familia blanquivioleta recitaba, y aún recita, de memoria: Calvo; García Verdugo, Pini, Pinto; Ramírez, Sanchís; Aramendi, Endériz, Morollón, Rodilla y Molina. No fue para menos porque aquella temporada 1962-63 sigue siendo, a día de hoy, la de la mejor clasificación del Real Valladolid, que finalizó en cuarta posición de la máxima categoría del fútbol español, igualado a puntos con el tercero, el Real Oviedo.

Por tanto, no son casualidad ni tampoco gratuitas las odas que se podían leer en prensa tras el 6-0 al Córdoba CF que, para el más difícil todavía, en ese momento era el equipo menos goleado del campeonato. "La lección fue definitiva y concluyente y el resumen perfecto, de forma que, los oyentes -en este caso el público- entusiasmado con el equipo que hoy por hoy (lo dicen todos los entrenadores y lo pregona la crítica con unanimidad sorprendente) practica el mejor fútbol en España" se podía leer en El Norte de Castilla el martes 15. Casi nada.

Fue Morollón el que abrió el camino de esa goleada ante los cordobeses, con dos goles, en los minutos 7 y 17, que además le sirvieron para escribir su nombre en otro apartado de la memoria del Real Valladolid, al anotar el gol 600 del Club en Primera División. Las dianas de Rodilla y Sanchís pusieron el 4-0 al descanso, y en la segunda mitad de nuevo golpeó Morollón con otros dos más con los que firmó su primer triplete en Primera y su segundo póker como vallisoletano.

Arraigo eterno en Valladolid
Ese hambre voraz de gol se prolongó hasta el final de un curso en el que Morollón acabó con 20 tantos en su cuenta en 30 partidos, seis por detrás del pichichi, el húngaro Puskas. Aunque aquella luz nunca volvió a brillar con tanta intensidad. La inolvidable campaña dejó paso, irónicamente, a otra aciaga, la 63-64, en la que el equipo cayó al descenso y el Club se vio obligado a traspasar a sus mejores fichas, entre ellas un Emilio Morollón que recaló en el Real Madrid, donde apenas tuvo protagonismo. 

El jugador, ya con corazón blanquivioleta, regresó a Pucela para aportar cuatro goles en la temporada 1966-67, sin lograr ascender. Y se retiró del fútbol profesional al año siguiente, en las filas del CD Castellón, con 30 años.

Sin embargo, la vinculación de Morollón con Valladolid ya estaba sellada para siempre. Sus siete temporadas como blanquivioleta no fueron el último baile de un futbolista con pólvora seca en las botas, segundo máximo goleador histórico del Club con 98 goles, solo por detrás de Manolo Álvarez. Curiosamente, el fútbol todavía guardaba una última carta para el artillero quien, sin los rigores del profesionalismo, atendió la llamada de su amigo Gerardo Coque para formar parte del Europa Delicias en la temporada 1969-70, en Tercera División.

Con el cariño de su gente, de todos en la ciudad y la provincia vallisoletana, Morollón echó raíces aquí, a orillas del Pisuerga. Hasta que, prematuramente, un 17 de febrero de 1992, con 54 años, falleció en el hospital Río Hortega a consecuencia de una leucemia que padecía desde hacía años. Su memoria, no obstante, quedó enmarcada en el campo de fútbol municipal que llevó su nombre durante varias décadas, inaugurado después de su muerte, en lo que hoy es el recinto ferial junto al actual Estadio José Zorrilla que él conoció como aficionado.