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Historia

El Caníbal, el Femenino y el CD Mirandés: crónica de domingo de 1971

La primera visita oficial del conjunto burgalés al Real Valladolid se remonta décadas atrás, fuera del fútbol profesional, en el año del ascenso blanquivioleta a Segunda

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Le llamaban el Caníbal por su insaciable voracidad. Si podía, ganaba. No entendía el ciclismo de otra forma. El belga, en aquel marzo de 1971, era el vigente campeón del Tour de Francia, del Giro de Italia, del campeonato nacional y de un buen puñado de prestigiosos trofeos. El sábado 20 su triunfo en la Milán-San Remo compartía espacio en las páginas de los diarios vallisoletanos con la previa de un partido que, decían, había que ganar. El Real Valladolid recibía, por primera vez en duelo oficial, al CD Mirandés. La aspiración era clara, el mismo apetito que el de Eddy Merckx, lograr el ascenso.

El ciclista era uno de los deportistas mundiales más reconocidos. Aunque Valladolid forjaba sus propios ídolos, y los niños que soñaban con vestir el maillot amarillo en París también lo hacían con meter los goles de Lizarralde o Álvarez, dar los pases de Cardeñosa y Endériz, o hacer las filigranas de Lorenzo.

El día 21 de marzo, domingo, como siempre antes, estaba reservado para acudir al Paseo de Zorrilla a ver jugar al Pucela. El equipo llegaba a esa jornada 29 como cuarto clasificado en el grupo 2 de Tercera División, para dos plazas de ascenso directo. En cierto modo, mirar aquella tabla clasificatoria resulta familiar. Lideraba el Palencia CF, seguido de CD Tenerife, y después CA Osasuna empatado a puntos con los blanquivioleta. Un poco más abajo estaban la SD Eibar, la UD Salamanca o la SD Huesca. En media tabla, el CD Mirandés, recién ascendido al tercer escalón del fútbol nacional.

Sin embargo, aquel domingo el principal tema de conversación futbolístico era otro. Las páginas de los diarios recogían con gran interés un hecho sin precedentes de tal magnitud en la ciudad. El mismo viernes 19 de marzo que Merckx vencía en Italia, el Zorrilla albergó la presentación de un Real Valladolid distinto pero igual: la peculiaridad fue que las 22 personas que saltaron al campo en aquella tarde, entre sonoros aplausos de la considerable multitud, eran mujeres.

 

Presentación del fútbol femenino
El fútbol femenino caminó despacio en la primera mitad del siglo XX, pero se avivó en la década de los 60. Uno de los primeros precedentes registrados en España lleva a Barcelona, donde 8.000 personas se reunieron un 9 de junio de 1914 para el duelo entre los equipos del Spanish Girl’s Club. En Valladolid, en 1967 los periódicos dieron fe de un duelo futbolístico entre alumnas de medicina, aplazado en noviembre por la nieve y disputado en diciembre.

En 1970 el Real Valladolid comenzó sus primeros pasos en clave femenina, y en aquel 1971 el fútbol practicado por mujeres crecía en relevancia en el país, con otros 8.000 espectadores en duelos en Madrid, o los 3.000 del primer partido de la Selección Española, frente a Portugal, el 21 de febrero. Además, se organizó ese febrero el primer campeonato oficioso.

La presencia de las mujeres dentro del fútbol iba a más, por lo que la expectación en la grada de Zorrilla aquel viernes a las cuatro y media de la tarde no era anómala para disfrutar de aquel Deportivo Vallisoletano – Simago CF que acabó con triunfo 4-0 a favor de las blanquivioleta.

Por primera vez en la provincia, ya no solo los niños tenían referentes futboleros a los que aspirar. Junto a Lizarralde y Álvarez, Rosita (quien recibió una gran ovación, la gran figura del partido) también se convirtió en espejo para muchas.

 

El camino hacia el ascenso
Con esos ecos del deporte mundial y local se llegó al domingo. La liga en Tercera estaba viva y el Pucela, efectivamente, necesitaba ganar para no descolgarse de ese tren de cabeza formado por cuatro equipos. El derbi regional parecía propicio para conseguir los dos puntos ante un CD Mirandés que fuera de casa no era tan sólido. Un día, además, que había comenzado con buen pie gracias al triunfo del Europa Delicias en su visita al Atlético Bembibre.

El Real Valladolid, con Héctor Martín -conocido como Torini- como entrenador, venía de caer 1-0 frente al Palencia. Pero en Zorrilla el equipo no conocía la derrota a lo largo de 14 encuentros, y ante los burgaleses no sería distinto (de hecho, se acabaría la temporada sin perder en casa).

Un partido marcado por el frío. El inicio de la primavera dejó algo de lluvia en la ciudad y, especialmente, un racheado que hacía desapacible estar en las gradas. Cuentan las crónicas, las de El Norte de Castilla, que el partido fue malo y que, aunque mereció ganar el Pucela, el primer gol llegó tarde y de penalti que no fue. Aramayo, en las filas jabatas, tuvo trabajo aquella tarde pero a pesar de su actuación el resultado fue de 3-1 en un duelo en el que los de Miranda implantaron una “tónica destructiva” y en el que los vallisoletanos “no estuvieron a la altura que cabe exigirles”.

En declaraciones post partido el técnico visitante, Esparza, fue premonitorio, aunque también crítico: “Siempre he dicho que el Valladolid es de los tres mejores equipos del grupo, y continúo pensándolo. Es más. soy de los que creo que ocupará uno de los puestos de ascenso, pero repito que es una pena que tenga que recurrir a estas cosas para ganar a un equipo modesto”. Respondió Torini que “me gusta ganar en el campo con el esfuerzo de mis jugadores” y que su equipo debió marcar algún gol más.

 

Un sueño logrado en la última jornada
La buena dinámica del Real Valladolid continuó en ese final de temporada. Pero no fue hasta la última jornada cuando se logró el sueño del ascenso. Tuvo que ser al esprín y sobre la línea de meta. Pero se consiguió.

Osasuna (50 puntos), Valladolid (50) y Palencia (49) llegaron a la última fecha con opciones. El Tenerife ya había sellado su billete a Segunda en la jornada 37, la penúltima, y ese último domingo, un 23 de mayo, deparaba una tarde de transistores con el foco puesto en tres sitios: Miranda, Teruel y Pucela.

El Real Valladolid cumplió en casa con un 2-0 ante el Tudelano, por lo que ya no importaba lo que pasara en Miranda de Ebro con el Palencia, donde se finalizó 1-1. Tocaba esperar noticias desde Teruel, en el corazón de la Serranía Celtíbera donde el eco del pitido final llegó hasta orillas del Pisuerga: Osasuna perdió 2-1 ante el Andorra, el Pucela volvía a Segunda División.

Si 1971 es felizmente recordado en Valladolid, también está enmarcado en Meensel-Kiezegem, y en toda Bélgica. Aquel verano las carreteras de los Pirineos arrebataron a Luis Ocaña el maillot amarillo del Tour en favor de Merckx, quien ese mismo año se vistió como Campeón del Mundo por segunda vez para completar un año donde los pequeños vallisoletanos soñaron con ser voraces atletas y las pequeñas vallisoletanas tuvieron sus primeros referentes para saber que ese camino del éxito también las pertenecía.