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Real Valladolid Simancas

La 'Ronaldinha' de Toro, goleadora blanquivioleta

No poder afrontar los gastos de vivir en Madrid acabó con su sueño de ser profesional y le hizo recalcular a los 16 años, mudarse a Valladolid en busca de empleo y ver el fútbol como un hobby en lugar de una pasión

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A ese mismo césped que la tuvo una semana casi sin dormir vuelve Mónica Camarón. A un Zorrilla vacío donde se sienten los ecos de las miles de gargantas que lo suelen abarrotar para, realmente, pasar un mal rato. Porque ‘Moni’ prefiere que hablen otras. Lo suyo es jugar. Golear. Y entre risas nerviosas y “¡que no sirvo para esto!”, la delantera del Real Valladolid Simancas que ha promediado 1,45 tantos por partido esta temporada, que ha hecho disfrutar con su talento, desgrana su historia. Una amarga, porque la falta de recursos económicos la privó de poder soñar con ser profesional. Una que nos muestra a una mujer trabajadora que ha jugado de la mejor manera posible las cartas de su vida y que ahora labra su camino en blanquivioleta con el fútbol como hobby más que como pasión.

La ‘Ronaldinha’, como la apodaron cuando empezó a hacer sus primeras filigranas con el balón, nació en Toro, Zamora, cuando acababa el año 1996. Sus primeros pasos futbolísticos los hizo en el parque al lado de su casa, donde jugaba con sus amigos, todo chicos. Se federó con 6 años, como otros muchos pequeños en Castilla y León, en La Bóveda de Toro, un municipio de menos de 700 habitantes donde su sueño comenzó a tomar forma. Desde ese equipo (que este curso se ha proclamado campeón en la Liga Gonalpi, rival del Pucela) pasó a la Unión Deportiva Toresana donde su imaginación como futbolista se desató. Tanto, que hasta en Alemania la conocieron.

En Dormagen, población germana casi en la frontera con los Países Bajos hermanada con Toro desde 1994, conocieron a la 'Ronaldinha'. “Nos llevaron allí a un torneo, era la primera vez que salía de Toro” recuerda Moni sobre aquella experiencia en la que “fui la única chica de todo el torneo, y me dieron el trofeo al mejor jugador”. Apuntaba maneras aquella pequeña futbolista de asombrosa habilidad con el balón, veloz, con potencia e inteligencia. En esos años, con 9 o 10, empezó a darse cuenta del talento que atesoraba: “Cuando iba a los torneos las madres decían ‘mira esta chica, cómo juega’ y dices… parece que tengo algo”.

Vaya que si tenía.

Siempre apoyada por sus padres, que la llevaban a entrenar, aquella 'Ronaldinha' - “también me conocían como 'la futbolista', antes era de filigranas, muy chupona” reconoce con sinceridad- creció y tuvo que salir del pueblo para seguir jugando, ya que llegó a la edad en la que no podía estar en equipos mixtos. “Me fui a Zamora, al Amigos del Duero, tenía claro que quería jugar” detalla, y ahí su timidez ya comenzó a ponerse de manifiesto. “Soy muy tímida, y el mundo de las chicas es un poco diferente, en el vestuario con los chicos como que te protegen más, te ayudan, yo estaba más a gusto”, apunta, dejando al descubierto uno de los rasgos de personalidad que la definen. Aunque en el campo ni lo parecía ni lo parece.

El sueño, roto
“Sí, soñaba con ser profesional en esta época”. Mónica, que seguía su progresión, revive una de las decepciones más grandes, uno de esos sinsabores que le hacen a una replantearse el camino y, definitivamente, cambiar de rumbo.

En el verano de 2009, a sus 12 años, se planteó intentar formar parte del Real Valladolid que aquel curso se inscribió en la máxima categoría del fútbol nacional. “Busqué en Internet y dije… ‘¿y si me inscribo?’ Pero no, era muy pequeña” y continuó su formación en el Amigos del Duero hasta que, a los 16, quiso saltar de manera ambiciosa persiguiendo su vocación. Con el dinero que ganó haciendo la vendimia en Toro, buena tierra de vinos, emprendió rumbo a Madrid junto a su hermana y su madre con un objetivo: las pruebas del Atlético, uno de los clubes de referencia en el fútbol femenino español.

Aquella ilusión se tornó en una decepción de la que la costarían años recuperarse.

De haber nacido en una familia más pudiente es posible que hoy el nombre de Mónica Camarón fuese conocido en todo el país. Pero su realidad económica dejó sin efecto su talento. “Me cogieron para el C, pero el tema de las chicas no es como el de los chicos” comienza, sin perder la sonrisa que se dibuja constantemente en su rostro, pero con cierta amargura en sus palabras, “no me ofrecieron nada, me dijeron que tenía que coger un piso en Madrid pero no disponía de dinero ni mi madre tampoco, no pude económicamente afrontarlo y se me acabó el sueño de ser futbolista”.

Una lección de vida demasiado dura para una niña de 16 años con mucha clase en los pies que aspiraba a ganarse un hueco en una industria que, a su vez, también lucha por tener su espacio.

“No volví a intentarlo. Desistí, y hasta dejé el fútbol dos años, de la desazón. Si va todo por dinero y no dispones de ese dinero, no puedo llegar a ser nada. De qué me sirve la calidad, por mucha que tengas o vives en Madrid o Barcelona, las ciudades grandes, o…”, reflexiona. Y ahí su vida giró y se encaminó hacia su presente. La ‘futbolista’ de Toro ya no sería profesional.

Comienzo en Valladolid
Tocaba recalcular. Reponerse del golpe. Para ello, tras un tiempo viviendo en Zamora, decidió venir a la tierra de sus abuelos, Valladolid, para buscarse oportunidades laborales que la permitieran empezar a ganar dinero. Gracias a un amigo también se reenganchó al fútbol, pero desde una óptica muy diferente.

“Con 17 años me vengo a Valladolid, a un piso compartido, a buscar trabajo. Un amigo de Toro iba a hacer un equipo femenino en Arroyo y me dijo que fuese” cuenta con naturalidad, normalizando un camino que muchos zamoranos, muchos castellanos y leoneses, emprenden por necesidad, dejando atrás su hogar para labrarse la vida allá donde les den una oportunidad. El castigo de la despoblación.

De esa manera Mónica pasó a la edad adulta. Echando de menos a su madre, buscando trabajo y jugando al deporte que la gustaba, la entretenía, la mantenía en forma. Como un hobby, igual que el de tantos otros. “En Valladolid no conocía a nadie aparte de mis abuelos. Me costó encontrar trabajo, he tenido algunos sueltos, de azafata de imagen, estuve en la vendimia, en la FASA” repasa. No eran tiempos fáciles para casi nadie, saliendo, o eso se decía, de una crisis económica profunda que arrasó y que dejó a demasiadas personas colgando del hilo de la pobreza, a muchísimos jóvenes vacíos de perspectivas, a una cantidad enorme de trabajadores sumidos en la precariedad.

En lo deportivo, ese camino tuvo buenos momentos. Del Arroyo fichó por el San Pío X logrando el ascenso a categoría Nacional, la cuarta división. De ahí, años más tarde, al Villa de Simancas. Asentada en lo laboral dentro de la cadena Primaprix, ha tenido ofertas para jugar en Segunda, la que se conocía como Reto. Pero dijo que no. ¿Por qué? “Busco estar a gusto, poder ser yo jugando al fútbol”, romantiza. Y sí, eso lo ha encontrado en el Real Valladolid Simancas. Con la complicidad de su compañera de trabajo que la cambia el turno los sábados que hay partido para disfrutar de un deporte que “cuando tengo días malos me hace desconectar”.

Una nueva ilusión, un compromiso
El discurso de la ‘Moni’ futbolista no es el que se puede esperar. No es esa persona entregada a la pasión por el balompié por encima de todas las cosas. El fútbol no es su vida, aunque lo haya jugado durante 20 años. Ella, que de lo tímida que era duró un mes en la sub16 de Castilla y León porque no era feliz, lo tiene muy claro, desde un realismo con el que cualquier aficionado se puede identificar: “Me encanta el fútbol, pero no me da de comer”.

No obstante, sí tiene objetivos. Derrocha ambición. Y en esta etapa blanquivioleta afirma estar ilusionada. “Me dijeron que el Simancas iba a firmar con el Valladolid y que tenía que estar, me hizo mucha ilusión” desarrolla la toresana, que como curiosidad, en su día a día usa gafas porque tiene astigmatismo, pero no en los partidos, por lo que “cuando juego no veo bien, veo borroso, si jugamos de tarde-noche me cuesta, cuando miro a la grada no distingo las caras y el balón… veo un bulto que viene hacia mí”. Y se ríe, porque aunque es introvertida y lo pasa realmente mal hablando a una cámara, contagia alegría.

Emociones opuestas. Contradicciones que todos llevamos dentro. ¿Es posible sufrir y disfrutar al mismo tiempo? Seguramente sí. “Momentos bonitos… el torneo de Alemania es el único así que disfruté, el único recuerdo bueno -silencio-. No he tenido muchas cosas buenas... bueno, disfruto cada fin de semana, y me hace ilusión el cariño de la gente”. De eso tiene a raudales desde que viste la blanquivioleta. Hay unanimidad entre quienes la han visto jugar de que es una futbolista diferencial, varios escalones por encima de la categoría en la que milita. También un referente para las jugadoras de las categorías inferiores del Pucela. Y eso, para Moni, es valioso.

“En el trabajo vienen y me conocen, los niños me piden autógrafos, te hace ilusión, nunca me había pasado, me reconocen el esfuerzo que llevo haciendo toda mi vida en el campo” cuenta como la veterana que es, a sus 26 años. Revive una anécdota de este curso en la que unos niños la pidieron una foto tras acabar el partido ante el San Pío, en el que metió tres goles. “Las compañeras se reían”, dice con cariño.

Todo ello con una elástica que luce con orgullo y responsabilidad. “El primer partido esta temporada fue diferente, estás con la camiseta del Real Valladolid, es como una presión doble, pero muy contenta”, dice antes de afirmar que Rubén Beltrán “es el mejor entrenador que he tenido en mi vida, te sabe valorar y comprender”, y le corresponde con su forma de ser, “fácil de llevar, no me meto en nada, y el entrenador me dice ‘haz esto’ y yo lo hago”.

De los nervios en Zorrilla a la evolución del fútbol femenino
Mónica Camarón ha marcado este curso 2022-23 32 goles, la máxima artillera de la liga Gonalpi, en los 22 partidos que ha disputado. Los cuatro que se perdió, por lesión. No es su primer ‘premio pichichi’, posiblemente tampoco el último. Ser la primera la motiva. Y por ello vivir el sueño de jugar en Estadio José Zorrilla fue, al mismo tiempo -de nuevo la contradicción-, tristeza y felicidad.

“Soy muy competitiva, no me gusta perder. El día que no marco me voy triste, y de Zorrilla me fui triste. Toda la vida metiendo goles, llego a un estadio de Primera, el del Real Valladolid, y no meto. Me fui decepcionada” lamenta, a pesar de que los casi 12.000 espectadores pudieron ver en ella a esa jugadora que marca la diferencia, e incluso asistió para abrir la cuenta. “Aunque hayas jugado el mejor partido de tu vida, si no metes, es como que te falta algo” intenta hacer entender, dejando claro que ganar sí la hizo estar contenta. También vivir ese ambiente, una vez superados los nervios.

“El jugar en el Estadio es un sueño cumplido. Marcar un gol… igual ni volvemos a jugar, no lo sé” repasa sobre aquel 12 de marzo de 2022 que no olvidará jamás. Ahora, durante la entrevista a pie de campo, vuelve a vivir esos momentos. “En cuanto he salido por el túnel me han venido recuerdos… una semana antes del partido me puse malísima de los nervios, no comía, no dormía bien pensando qué iba a pasar. Iba a trabajar y me lo decía la gente, también en casa, no podía relajarme de ninguna manera. Cuando dijeron la gente que iba a venir… el entrenador no quería que lo supiéramos, pero me había llegado a los oídos”, se ríe antes de seguir repasando anécdotas que explican muy bien cómo es Moni: “No quería mirar a la grada. De hecho, estaba calentando con Sandra y la dije que me cambiara de lado, estaba malísima. A lo último del partido conseguí disfrutarlo pero lo pasé mal, los nervios y yo”.

La conversación con Moni pasa volando, y deja más matices sobre ella antes de llegar a su decisión sobre el futuro. “No soy de dar consejos”, insiste antes de decir, una vez más, que “tampoco me gusta hacer entrevistas” a pesar de que tiene mucho que decir. Por ejemplo, su opinión sobre la evolución del fútbol femenino, menos halagüeña: “Es algo más fácil ahora pero no tanto como dice la gente. No hay residencias de chicas, por ejemplo. Queda muchísimo, no sé si lo llegaré a ver yo. Y que llegue al nivel del masculino no creo, la gente no va a ver fútbol femenino, ahora va más gente pero qué van, 500 personas… También te digo, es más lento, hay que decir la verdad, la gente no va a pagar 500 euros para ver a un femenino, y veo muy lejos que se potencie ese talento y calidad de las niñas para llegar a ese nivel. Aunque antes había pocas niñas que jugaban y no se veía, eso sí está mejorando, ahora hay muchos equipos de niñas para por lo menos poder jugar a lo que te gusta aunque no llegues a Primera”.

De hecho, las cifras hablan y ponen en contexto el sentir de la delantera. Mas allá de hitos concretos, como varios partidos del FC Barcelona de Champions en el Camp Nou (por encima de los 90.000 aficionados), o duelos especiales de la Liga F (Primera División en España) como los disputados en el Metropolitano o San Mamés y que superaron los 20.000 espectadores, la realidad de la asistencia al fútbol femenino de élite en nuestro país oscila por debajo de las 1.000 personas de media. Un escenario que trasciende lo nacional, y para muestra un botón: ese mismo domingo 12 de marzo en el que en Zorrilla se congregaron 11.341 almas para ver al Pucela jugar un duelo en la quinta división, en la máxima categoría en Inglaterra los partidos con más asistencia no llegaron a 4.000 personas, ni siquiera el choque entre Chelsea y Manchester United.

El futuro, blanquivioleta
Queda mucho camino por recorrer. Pero lo que tiene claro Moni es que, lo más inmediato, lo andará vestida de blanquivioleta. “No tengo sueño deportivo por cumplir, con esto del Real Valladolid ya está lo máximo” expresa, reconociendo que la han ofrecido recientemente ofertas en otros equipos, incluso cobrando algo de dinero en categoría superior, aunque su respuesta es firme: “Me siento orgullosa, siguen insistiendo pero les digo que no, me quiero quedar”.

Sin ninguna presión por ascender, de nuevo se reconoce a la jugadora que lo hace sin más pretensión que su afición. “Como dependo de mi trabajo, si me toca ir fuera como no puedo ir si es sábado, prefiero jugar en esta categoría, el ascenso me complicaría la vida”, dibuja, pero se auto impone una meta: “Ser pichichi sí me motiva. Y espero serlo el año que viene aquí”.

Zorrilla seguirá disfrutando de la ‘Ronaldinha’ de Toro. De esa jugadora diferencial y diferente, de una persona que ha sabido mantener la sonrisa tras reponerse de la decepción, y renacer en la ilusión por el fútbol modesto superadas la frustración y la resignación de una industria en vías de desarrollo en el que las oportunidades se compran y nacer lejos de las ciudades más grandes se paga.