“Te voy a dar el gustazo de decirte ahora mismo que estás absolutamente destituido”. Con esas palabras se abrió la caja de los truenos en una madrugada de martes en la que la afición estaba pegada al transistor para escuchar la tensión creciente en la actualidad del Real Valladolid. Tras tres jornadas el equipo era colista de Primera División y aquella noche la conversación subió tanto de tono que acabó con la destitución de uno de los entrenadores más emblemáticos en la historia del Pucela.
Estamos a 16 de septiembre de 1997, temporada en la que el Real Valladolid jugaba competición europea después de la brillante campaña 1996-97, la que confirmó el aura de don Vicente Cantatore. La que le convirtió en una de las personas más queridas de la ciudad. Tanto, que fue pregonero de las fiestas patronales el sábado 13 de septiembre. Desde el Ayuntamiento, y entre vítores, habló el míster -con cierta melancolía- a la ciudad solo unas horas después de acumular la tercera derrota consecutiva en el arranque liguero, esta vez en casa, ante la UD Salamanca.
El mal inicio no empañó la figura del entrenador. Sin embargo, la cohesión interna comenzaba a fracturarse. Los fichajes que pedía Cantatore no llegaban y las diferencias con la directiva se hacían evidentes. Al día siguiente del pregón, a través de las ondas de radio, el entonces vicepresidente Marcos Fernández Fermoselle acusó al técnico con contundencia; y este en rueda de prensa, el lunes por la mañana, no quiere comentar nada al respecto. Pero la tensión era creciente.
El polvorín estaba lleno de pólvora seca. Solo faltaba una chispa para hacerlo explotar. La que tuvo lugar en esas primeras horas del martes 16. Cantatore intervenía en el mismo programa de radio, el archiconocido y muy popular Supergarcía, de José María García. Allí abrieron la ventana también, al mismo tiempo, a Marcos Fernández. Ambos protagonizaron una acalorada discusión, en directo, con acusaciones cruzadas. Lo que comenzó con “nosotros no vamos a despedir al señor Cantatore” debido a su contrato blindado y a que “creemos en él”, acabó unos segundos después en la célebre frase que desató el desenlace. El técnico era destituido en directo en el programa de más audiencia.
Una profunda fractura
Como era de esperar, esa decisión desató la ira de la afición. Cantatore era un ídolo, muy respetado, queridísimo. Con Marcos Fernández padre tratándose de su enfermedad en Estados Unidos, fuera de la actualidad (de hecho, falleció pocos meses después), el foco caía sobre su hijo, vicepresidente, el responsable del día a día, al que se pidió explicaciones. La directiva ofreció una rueda de prensa el mismo martes para dar su versión, “lamentar la forma pero no el fondo” y reafirmar la decisión.
Con el equipo colista, y sin su entrenador, la familia blanquivioleta estaba cabreada. En uno de los mejores momentos deportivos del Club se abre una fractura social. El partido europeo, la tercera vez que jugaba el Real Valladolid competición continental, la segunda en la Copa de la UEFA, mutó de fiesta a protesta en Zorrilla. El resultado, casi lo de menos, fue de 2-0 frente al Skonto de Riga, con gol del recientemente fallecido Edu Manga. Fue el mismo martes 16 de septiembre. Con Antonio Santos en las veces de técnico interino, y una plantilla cabizbaja que arrastraba tristeza por la marcha de su maestro.
Tocaba reamar el futuro blanquivioleta. El equipo cayó en la jornada 4, 3-0 ante la Real Sociedad, el día 27. Y el 30 se firmó al nuevo entrenador, Sergio Kresic, con un exitoso y amplio currículo en Segunda División y una no tan buena experiencia en Primera. Con 51 años asumía el reto de levantar al Real Valladolid y, aunque olvidar a Cantatore era un imposible, al menos cumplir los objetivos deportivos deseados.
El 1 de octubre el croata dirigió su primer entrenamiento y el 5 llegó la quinta derrota consecutiva, 0-3 ante el Valencia. El Pucela seguía colista, cero puntos, la ciudad harta y la salvación cuatro por encima.
Coruña como tabla de salvación
Con este caldo de cultivo el Pucela encaraba la sexta jornada en Primera División, una salida muy compleja a Riazor ante un RC Deportivo de la Coruña que si bien no había arrancado de la mejor forma, venía tras una temporada espectacular en la que fue tercer clasificado. El ‘Súperdepor’ cogía forma y en su plantilla figuraban nombres tan relevantes como Songo’o, Naybet, Fran, Mauro Silva, Conceiçao, Djalminha, Donato, Scaloni, Paco Jémez o Manjarín.
Con seis puntos, los gallegos aspiraban a escalar posiciones y entrar en puestos europeos. El rival parecía propicio, un Real Valladolid último y navegando por turbulentas aguas institucionales. El miércoles 15 de octubre de 1997 la afición blanquiazul esperaba una alegría.
Y empezó siendo así. Hélder adelantó a los locales en el minuto 3, muy pronto, un gol que podría haber sentado como un mazazo, dejarse llevar y volver a encajar una goleada ese curso ante un rival que sin duda tenía potencial para hacerlo. Pero no. Sacó carácter, calidad, empuje, orgullo. Sacó, sin duda, el recuerdo de don Vicente, fuerza para dar la vuelta al marcador. Antes del descanso el resultado era de 1-3, el que sería definitivo, con el doblete de Peternac y el tanto de Víctor.
Esos tres puntos sirvieron para recuperar parte de esa ilusión perdida. Obviamente un triunfo no calmó una situación que fue grito de guerra de la afición durante toda la temporada. Pero, al menos, la presión encontró una pequeña vía de escape.
Estabilidad deportiva, al fin
El milagro se estaba trabajando. Salvar al equipo en esta situación estaba a la altura de muy pocos. Pero afición, plantilla y entrenador fueron encontrando las claves para superar la pérdida de don Vicente primero, y el fallecimiento de otra de las personas más queridas en ese momento en el Real Valladolid: Marcos Fernández Fernández. El presidente falleció el 9 de enero de 1998, con el Pucela un punto por encima de la zona de promoción por la permanencia.
Una exitosa segunda vuelta aseguró la continuidad en la élite. En Europa se cayó en segunda ronda, ante el Spartak de Moscú, mientras que en Primera División ocho triunfos en esos 19 partidos fueron bálsamo contra las penas, 24 puntos que sumados a los seis empates sirvieron para que salieran las cuentas. El triunfo 0-1 ante el Real Oviedo, en la jornada 35, certificó el milagro sembrado sobre el césped de A Coruña y en memoria de un entrenador que, aún hoy, sigue en el corazón de los blanquivioleta.