Decía Maradona que era mejor que él. Cruyff, que estaban ante uno de los grandes talentos extranjeros que había conocido. Onésimo, quien también coincidió con él y compartieron vestuario, hablaba de que como futbolista era Dios, el nivel máximo que nadie pueda imaginar. Incluso hay quien asegura haberle visto dar 30 toques seguidos a una cajetilla de tabaco. Ese talento extraordinario, único, genio de luces y sombras, fue Jorge Alberto González Barillas, el ‘Mágico’ González.
El salvadoreño, quien desplegó sus inmensas virtudes en el fútbol español durante la década de los 80, es más que una institución en Cádiz. Allí jugó ocho temporadas en las que forjó su leyenda, basada en una habilidad técnica extremadamente fina, en un físico portentoso, y en una forma de entender la vida que tanto ayer como hoy se entiende lejos de la profesionalidad. Un alma libre, espíritu indómito, que inscribió su nombre en el Olimpo futbolístico vistiendo de amarillo. Pero también de blanquivioleta, la otra camiseta del ‘Mágico’ en España en una breve coincidencia no tan conocida pero también apasionante.
Nacido en marzo de 1958 en San Salvador, sus primeros pasos comienzan lógicamente en El Salvador, donde ya recibió el apodo de mago. Era imposible que su fútbol pasara desapercibido, una combinación de fantasía, potencia y calidad que tuvo en el Mundial de 1982 celebrado en España su mejor escaparate internacional. Elche y Alicante vieron jugar a Jorge, quien brilló a pesar de los resultados, una derrota abultadísima ante Hungría (10-1), por la mínima con Bélgica (1-0) y también ante Argentina (2-0) en un duelo en el que ‘Mágico’ se enfrentó a Maradona sobre el verde del Rico Pérez.
La competencia por hacerse con el futbolista en Europa fue alta, y finalmente fue el Cádiz CF el que logró su incorporación en el verano de 1982 para afrontar el reto de ascender a Primera División.
Un jugador que crea afición
‘Mágico’ González no decepcionó. Su dominio de la pelota era absoluto, jugaba cómo quería, superando con una facilidad pasmosa a los rivales, inventando. El vallisoletano Onésimo Sánchez coincidió con él en dos cursos diferentes, primero en Valladolid -con 16 años, formando parte de la cantera- y después en Cádiz, y dijo de él que le había visto hacer cosas que solo ha visto en Maradona y Messi. Compartiendo entrenamientos, “te decía que daba 10 veces al larguero, y daba las diez, disfrutábamos todos los que jugábamos con él, cada entreno te dejaba dos o tres cosas, era diferente, los entrenos de esa época eran para verlos”.
Sus 14 goles, en más de 2.500 minutos de juego, sirvieron para que el Cádiz regresase a Primera aquel curso 1982-83. ‘Mágico’ llegaba a su lugar, la élite del fútbol mundial, y sin embargo sus 14 goles en la 1983-84 no fueron suficientes para lograr la permanencia. Ahí comenzó a fraguarse su llegada a Zorrilla.
Porque, aunque su fútbol desataba pasiones, su modo de vida comenzó a chocar contra su progresión. En 1984 completó junto al FC Barcelona una gira internacional de pretemporada, en la que coincidió con Maradona, pero el club catalán descartó su fichaje. No por calidad, de la que obviamente iba sobrado, sino por ese carácter díscolo y poco disciplinado que llena de anécdotas su paso por España.
Hay decenas de entrevistas a personas que rodearon al ‘Mágico’ esos años. Entrenadores, directivos, miembros de los cuerpos técnicos, compañeros. En ellas se repiten los mismos patrones, el de un futbolista que, en esencia, dictaba sus propias pautas de trabajo. Una insumisión compensada y tolerada por su infinito talento. Él podía llegar tarde a los entrenamientos, o directamente no ir. Aun así, en el momento del partido brillaba. Y la afición admiraba a ese futbolista diferencial capaz de escribir sus propias reglas.
La blanquivioleta, piel de ‘Mágico’ en Primera
En Segunda, en la 1984-85, el salvadoreño no encontró su lugar. No entró en la dinámica del equipo, era suplente, o cuando jugaba de titular casi siempre era sustituido. Tan solo un gol en once encuentros muestra el momento del futbolista, que a sus 26 años eligió seguir en la ciudad andaluza antes que partir hacia otros equipos de Europa.
En esa dinámica, llegó el momento del Real Valladolid, que en aquel curso celebró su debut en la UEFA jugando los primeros partidos europeos de su historia. El entonces presidente vallisoletano, el muy querido Gonzalo Alonso, negoció con su homólogo gaditano, Manuel Irigoyen (considerado como uno de los mejores presidentes del conjunto gaditano), para alcanzar un acuerdo para la cesión del atacante en el mercado invernal. De esa forma, el 13 de enero de 1985 ‘Mágico’ González debutó con el Pucela, además en Zorrilla, como titular en el 1-1 ante el Real Madrid.
El Real Valladolid acabó la primera vuelta dos puntos sobre el descenso, con tres triunfos, ocho empates y seis derrotas. La llegada de un futbolista tan especial estaba encaminada a evitar esa zona de peligro uniéndose a una plantilla con nombres tan ilustres en Pisuerga como Fenoy, Gail, Jorge Alonso, Eusebio, Minguela, Pato Yáñez, ‘Polilla’ Da Silva, Moré, Manolo Peña y Fonseca, entre otros. Con el 11 a la espalda, González dejó su clase en el Estadio José Zorrilla, dos goles, 605 minutos de juego en nueve partidos, y una sensación constante de potencial desaprovechado.
Fernando Redondo, entrenador del primer equipo blanquivioleta en la 1984-85, es una de esas personas que vivió de primera mano el paso de ‘Mágico’ por Pucela. En su memoria, un jugador que lo tenía todo, técnica y físicamente, espectacular. Pero al que le rodeaba esa impotencia, esa rabia, que sentían quienes veían en él al futbolista que podía ser pero no llegó.
Lo que sí se certificó aquella campaña fue la doble alegría pucelana y cadista. Los castellanos lograron la permanencia en la última jornada de competición gracias al triunfo por 0-2 ante un Sevilla FC ya salvado (un partido en el que no jugó el delantero salvadoreño). Y el Cádiz CF consiguió el ascenso con un colchón importante de puntos, finalizando en segunda posición para regresar a la élite.
Consolidación gaditana en Primera
A final de temporada ‘Mágico’ regresó a las filas amarillas para volver a jugar en Primera con su Cádiz, logrando consolidar al equipo gaditano en la máxima categoría. Fueron cinco temporadas más en el sur de España; tres de ellas muy buenas, la dos últimas, ya con 30 años cumplidos, con la chispa apagándose poco a poco.
Aquellos años también fueron de tranquilidad a orillas del Pisuerga sumando campañas en la máxima categoría del fútbol español hasta alcanzar otro de los hitos en estos casi cien años de vida, su segunda final de Copa del Rey, en 1989.
Precisamente aquella edición de la Copa fue el punto y final a la relación que unió al futbolista único con Zorrilla. González regresó a Valladolid, en las filas cadistas, para jugar en liga en 1986, en 1988, y en el partido de ida de los cuartos de final de la Copa del Rey en marzo de 1989. Un partido en el que marcó el salvadoreño, precisamente con asistencia de Onésimo Sánchez (aquel curso con la camiseta amarilla), pero que acabó 2-1 a favor de los blanquivioleta con tantos de Peña y Alberto. La vuelta, en el Ramón de Carranza, finalizó el tiempo reglamentario con 1-0 y los castellanos lograron el pase en penaltis. Ese sábado, 22 de abril de 1989, ‘Mágico’ González tuvo que ser sustituido a los 21 minutos de partido siendo el final de una relación tan única como lo fue él con el Real Valladolid.