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Héroes blanquivioletas: periodistas

Beatriz Sanz, abonada 2.501 e hija del fundador de la primera peña del Real Valladolid, es la representante de los periodistas

En la Facultad enseñan casi desde el primer día que el periodista nunca debe ser protagonista de una noticia. Por eso, a Beatriz Sanz (Valladolid, 1984) le cuesta aceptar la responsabilidad de representar a los héroes blanquivioletas del periodismo, aquellos abonados que en estos días oscuros han tratado de poner luz a lo que iba ocurriendo, sobre todo aquellos que lo hacen con un prisma local.

Actualmente en la Cadena Ser tras su paso por Canal 29, EsRadio, La 8 y Diario de León, se declara toda “una privilegiada” por el doble e importante hecho de que ella y su familia tienen salud, y por poder haber salido a la calle para trabajar durante todo el confinamiento. Un trabajo, evidentemente, muy diferente al habitual y que ha obligado a los medios de comunicación a “reinventarse” debido a las limitaciones técnicas y las existentes la hora de relacionarse con los protagonistas de las informaciones.

“La situación te obliga a darle mucho al coco para buscar la noticia, algo que es complicado cuando no te puedes mover del asiento porque no puedes salir de la redacción. Y llega ya a un punto de agotamiento mental porque no sabes qué más contar y a quién más llamar, porque todo gira en torno al mismo tema. Lo llevas con mucha paciencia y en mi caso aprendo mucho de los buenos periodistas que me rodean”, explica.

El agotamiento mental también hace mella debido a la tortura que supone hablar todos los días de fallecidos, infectados o personas afectadas de algún modo por la Covid-19. “Tienes la sensación de que estás dando siempre malas noticias y eso es algo agotador. Sin querer llega un momento en el que te pones una barrera y hay veces que no somos conscientes de que detrás de las cifras hay personas, es un mecanismo de defensa. Aunque sin perder de vista que estamos viviendo un drama”.

Beatriz tiene claro que los periodistas no pueden ponerse a la altura de otros profesionales (sanitarios, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, comerciantes, transportistas…) que están en primera línea de batalla, pero lo cierto es que su labor es también esencial. “No somos conscientes a veces de la importancia de nuestra función social, en mi caso solo intento dar una noticia de la mejor manera, con honestidad”, reflexiona. Lo cierto es que la figura del periodista ha perdido el lustre que siempre había tenido, “se ha devaluado” debido a que “a nivel nacional los resultados económicos de una redacción a veces se ponen por delante del trabajo puramente periodístico”.

Es algo que no se aprecia a nivel local, donde está el periodismo más puro, donde se trata simplemente de contar lo que pasa alrededor. La situación generada por la Covid-19 ha obligado a “cambiar la manera de hacer periodismo” y Beatriz se siente “orgullosa” por la reacción demostrada por los compañeros de Valladolid. “Estamos dando lo mejor de nosotros mismos y haciéndolo lo mejor posible con unos medios limitados”.

Pucelana de pedigrí
A pesar de haber hecho sus pinitos con una columna de deportes en Diario de Valladolid El Mundo, lo cierto es que Beatriz apenas ha tenido relación con el periodismo deportivo a pesar de que el fútbol le encanta. Y, por encima de todo, el Pucela. Evidentemente, debe su pasión a su padre, Felipe Sanz, una figura referencial en el movimiento social blanquivioleta. Fundador de la primera peña del Club -Amigos del Paso-, primer presidente de la Federación de Peñas y parte activa en el origen de Aficiones Unidas, su mayor logro fue inculcar a su hija el sentimiento incondicional por el Pucela. “Siempre recuerdo que en el salón de mi casa había una foto de una plantilla del Real Valladolid, algo que a todo el mundo le sorprendía pero que yo veía muy normal, siempre he tenido una relación muy estrecha con el fútbol”.

Recuerda con especial cariño la vuelta de la promoción contra el Toledo (1994), los ascensos, las sufridas permanencias o los partidos que erigieron al Real Valladolid de Cantatore en el EuroPucela. “Empecé a ir más asiduamente, me encantaba el ambientillo, veía a mi padre con el bombo… Decía ‘esto mola’, así que le pedí que me hiciera socia en la temporada 1997/98 y hasta ahora”. En medio, miles y miles de kilómetros para seguir al Pucela allá donde fuese. “Me gustaban sobre todo los viajes largos: Valencia, Villarreal, Málaga… Me gustaba mucho porque conocías gente y con mi padre me lo he pasado como una enana en todos los sitios, la verdad. Luego tocaba ir a clase a veces tan solo después de una ducha y alguna cabezada en clase de dibujo sí cayó”, sonríe.

La Covid-19 traerá una nueva normalidad y Beatriz lo asume con naturalidad. Será muy raro tener que vivir el deporte rey sin afición, “la esencia del fútbol”, pero no quedará más remedio que aceptarlo. “Si las autoridades sanitarias consideran que es lo mejor así tendrá que ser. El fútbol es importante pero no es el centro de la vida, es algo bonito que te hace disfrutar pero no puede ser lo que rija todo. Si dicen eso de poco sirve que nos cabreemos, habrá que asumirlo. Nos está tocando cambiar el chip en muchos aspectos de la vida y el fútbol no puede ser una excepción”, resume antes de sumarse al sueño expresado por Ronaldo Nazário: un Zorrilla lleno de aficionados cuando todo pase. Qué ganas.

  Beatriz Sanz Olandía